Doscientos

Hoy iba a hablar sobre "La guerra de los mundos", la magnífica nueva película de Spielberg. Sin embargo, otra vez el terror ha intentado interrumpir nuestras rutinas. En esta ocasión, aunque la escala de los ataques ha sido menor, a mí me ha afectado bastante más. El hecho de que hoy estuviera trabajando cuando sucedió, que las noticias (más bien rumores) fueran confusas en un principio, y que una de las explosiones se produjera en la estación de Oval (que fue la mía durante dos años y está a cinco minutos andando de mi actual casa), hizo que me pusiera bastante nervioso y que me diera un pequeño ataque de pánico y rabia.

Bueno, todo eso y algo más: la repetición. Tras el ataque del día 7 no pude evitar tener una cierta sensación de alivio y pensar que el hecho de haber pasado por ello y no haber sufrido ningún daño (ni yo, ni mis amigos y conocidos), nos había hecho un poco más inmunes. Que ya habíamos cumplido nuestra penitencia por vivir en este alocado mundo moderno y que ya no volvería a suceder aquí, al menos durante algún tiempo.

Y sin embargo, ahora, me viene a la cabeza la aterradora idea de la posibilidad de que esto fuera el principio (más bien la continuación) de algo muy feo, de que realmente algunos pirados se han propuesto, al igual que en la película que hoy iba a comentar, un exterminio de la raza humana. Sólo que en este caso, en lugar de llegar desde el espacio exterior, los que queremos matarnos los unos a los otros somos nosotros mismos (aunque yo me niego a meterme en el mismo saco que desgraciados así, para mí son más extraterrestres que los bichos de la peli).

Estos días me encuentro un poco desorientado, por eso tampoco he escrito mucho últimamente. Vuelven a mi cabeza preguntas sobre mi vida: qué quiero hacer, dónde quiero estar, y todas esas llamas que se suelen reavivar tras cada cumpleaños. Y, de repente, todo pasa a un segundo plano, todo eso forma parte de una dimensión diferente, a la que se accede si uno logra sobrevivir a todo esto. No me puedo creer que algunos se hayan propuesto que no sea yo el que decida mi propia vida.

Qué asco.