Hay que ser absolutamente moderno

La semana pasada (en concreto el día 5 de julio) fue mi cumpleaños, algo que, curiosamente, le pasó desapercibido a la mayoría de mis amigos y familiares, de los cuales no recibí ni llamadas telefónicas, ni postales, ni emails (salvo contadas y honrosas excepciones). Que conste que no es algo que me hay molestado en absoluto, pues yo mismo me he convertido en un desastre a la hora de llamar a los demás para felicitarlos, y tampoco es una fecha a la que le dé mucha importancia ni publicidad (de hecho, ni siquiera aquí lo mencioné).

El caso es que, a pesar de todo, hubo regalos, y buenos. Uno de ellos fue el libro que me terminé de leer anoche, la biografía "John Peel: A Life In Music", escrita por Michael Heatley. Peel, fallecido en octubre de 2004, era, y seguirá siendo durante muchos años, el locutor de radio más conocido y más influyente de la historia. Son míticas sus "sessions" (actuaciones en directo), con las que descubrió y dio a conocer a grupos como The Cure, The Undertones o The Smiths, por citar sólo tres ejemplos de una lista casi infinita. Polémico pero siempre admirado, Peel citó muy a menudo "Teenage Kicks", de los mencionados Undertones, como su canción favorita y la que debería sonar en su funeral (así fue, y tampoco faltó el "You'll Never Walk Alone", representativo de su amor por el el fútbol y, en concreto, por el Liverpool).

El libro cuenta anécdotas muy interesantes, como los inicios de John Peel en una emisora pirata llamada Radio London, que emitía desde un banco anclado en las costas británicas, amparándose en un vacío legal. Pero una hábil maniobra del gobierno trajo como consecuencia su ilegalización y, de paso, la creación de la Radio One de la BBC, cuyos locutores principales pasaron a ser, precisamente, los de Radio London, Peel incluido.

A pesar de lo fascinante que me resulta John Peel, y de la admiración que siento por él, hay cosas del libro que no me han gustado mucho, como por ejemplo el estilo del autor, muchas veces innecesariamente rimbombante y muy poco adecuado a su tono general. Y, sobre todo, da la impresión de que se pasa muy superficialmente sobre lo que sucede, se echa casi siempre de menos un poco más de profundidad y de detalle en la mayoría de las historias que se cuentan o sobre los grupos que se van mencionando. Quizá haya sido un problema de haberlo escrito con demasiadas prisas, ya que me ha llamado la atención que se publicara sólo un mes después de la muerte de Peel.

Y, finalmente, si tengo que quedarme con algo es con la filosofía de John de avanzar con los tiempos. En sus casi cuarenta años ininterrumpidos en las ondas siempre dio una oportunidad a nuevas bandas y nuevos sonidos. En su programa sonó desde pop hasta rock, house, punk, reggae, drum'n'bass o techno. Su carácter visionario hizo acallar a los críticos que no entendían en un principio aquellos nuevos géneros que él siempre acogió. En resumidas cuentas: eclecticismo y modernidad, algo con lo que yo comulgo a pies juntillas, y un eterno deseo de enterrar prejuicios y ese erróneo tópico de "cualquier tiempo pasado fue mejor". Aunque sólo sea por eso, John Peel ya se merece el cielo.