Corazón de látex
Hace un rato se me ha dado por releer algunos de los poemas que escribía cuando era mucho más joven. Creo que ya lo he dicho alguna vez, pero esa vena poética que me duró bastante poco intentaba ser también una especie de diario de lo que sentía en aquel entonces, con la intención de, años después, intentar evocar la sensación del momento. Pues algo de eso ha habido. Me gusta ver lo que pasaba por mi cabeza, lo que sentía, todos los estados por los que pasé: el amor, el despecho, la esperanza, la angustia, la frustración..., tantas y tantas cosas. Qué curioso eso de preguntarse ahora en qué estaría pensando en aquel determinado instante, cómo se me ocurría lo que se me ocurría, cómo me tomaba mi tiempo para plasmarlo en el papel, cómo dejaba un trocito de mí en cada una de aquellas breves composiciones. Sólo por haber evocado todo aquello, siento que aquellas banalidades realmente valían la pena, igual que siento que dentro de unos años me alegraré de leer lo que ahora escribo aquí y de darme cuenta de cómo he cambiado y, espero, mejorado.
Muy poca gente tenía acceso a lo que escribía en aquel entonces. La razón principal era el pudor, la vergüenza, la timidez, el mostrar una parte íntima de mí desconocida para los demás y que me emocionaba mantener en secreto. Otra de las razones era la de las posibles reacciones: de mis amigos me preocupaba que me dijeran que lo que escribía no era una mierda sólo porque eran mis amigos y no querían herirme; de los no amigos o desconocidos, y por tanto más objetivos, me preocupaba que me dijeran que lo que escribía sí era una mierda, e hirieran así mi orgullo o mataran mi pequeña ilusión, síntoma esto también de mi inseguridad congénita.
Habiendo pasado ya tanto tiempo, siendo más capaz de autoanalizar mi ingenuidad y, a veces, falta de pericia, y siendo también un poco más inmune al pensamiento ajeno, me permito un ejercicio de catarsis y exorcismo reproduciendo aquí uno de esos poemas de juventud. Se titulaba, ejem, "Corazón de látex".
"Late mi corazón de látex
y empapa de sangre el recuerdo.
Sangra mi cuerpo, ya desierto.
Desierto de ti, y por eso muerto.
Muere mi vida por dentro,
y por fuera mi aullido es silencio.
Busco ese maldito viento
que hirió mi amor,
y mató mi sueño.
Sueña mi cerebro enfermo,
de locura cuerdo, de mentir sincero.
Miento porque no te siento,
y siento que aún te pertenezco.
Quema mi alma un infierno,
pues tu cielo nunca fue mi reino.
Ardo en el maldito viento
que hirió mi amor,
y mató mi sueño."
Muy poca gente tenía acceso a lo que escribía en aquel entonces. La razón principal era el pudor, la vergüenza, la timidez, el mostrar una parte íntima de mí desconocida para los demás y que me emocionaba mantener en secreto. Otra de las razones era la de las posibles reacciones: de mis amigos me preocupaba que me dijeran que lo que escribía no era una mierda sólo porque eran mis amigos y no querían herirme; de los no amigos o desconocidos, y por tanto más objetivos, me preocupaba que me dijeran que lo que escribía sí era una mierda, e hirieran así mi orgullo o mataran mi pequeña ilusión, síntoma esto también de mi inseguridad congénita.
Habiendo pasado ya tanto tiempo, siendo más capaz de autoanalizar mi ingenuidad y, a veces, falta de pericia, y siendo también un poco más inmune al pensamiento ajeno, me permito un ejercicio de catarsis y exorcismo reproduciendo aquí uno de esos poemas de juventud. Se titulaba, ejem, "Corazón de látex".
"Late mi corazón de látex
y empapa de sangre el recuerdo.
Sangra mi cuerpo, ya desierto.
Desierto de ti, y por eso muerto.
Muere mi vida por dentro,
y por fuera mi aullido es silencio.
Busco ese maldito viento
que hirió mi amor,
y mató mi sueño.
Sueña mi cerebro enfermo,
de locura cuerdo, de mentir sincero.
Miento porque no te siento,
y siento que aún te pertenezco.
Quema mi alma un infierno,
pues tu cielo nunca fue mi reino.
Ardo en el maldito viento
que hirió mi amor,
y mató mi sueño."
Me alegro de que tengas guardados los poemas que escribiste en otros tiempos. Yo he escrito mucho pero mi gran mayoría ha pasado a convertirse en una bola de papel en el fondo de la papelera. Está bien ponerse a leer aquello que plasmaste cuando sólo existías tú y tu cuaderno; para qué permitir que te digan lo que has cambiado cuando puedes descubrirlo tú mismo? El hecho de escribir, almenos en mi caso, va mucho con el estado de ánimo. Yo muchas veces salgo a mi balcón en busca de mi inspiración pero sólo se acerca, de vez en cuando,en los momentos en que es tristeza lo que tengo por alma. En fin,por eso, en cierto modo me alegro de no escribir desde hace tiempo.
Yo soy incapaz de releer algunos sms que mando, con eso te lo digo todo. Es algo que me da bastante vergüenza ajena, cosa bastante peligrosa pretendiendo dedicarme a lo que me gustaría dedicarme, donde estás constantemente transmitiendo cosas a través de la imagen, la luz o la palabra.
Por cierto, yo cuando era pequeño hubo un tiempo en que no sabía que significaba la palabra "látex" (pensaba que era algo relacionado con el sexo), "coito" (que confundía con orgasmo) o "la marcha atrás", que me parecía una técnica sexual sofisticadísima.
Si cuando estás triste, momento generalmente de gran productividad, escribes sobre lo que te atormenta, algo positivo habrás sacado de ese estado.
Yo también me avergüenzo de muchas de las cosas que hago o digo, pero por lo menos ya he aprendido a vivir con ello.
Mola, sabes a qué me hecho acordar... no te rías, parece una letra de Miranda! Pero en el buen sentido eh...
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